El blog d'en Joan Ferran

26.4.16

UN SÁTRAPA LLAMADO OBIANG









OBIANG Y LOS SILENCIOS COMPLICES 


Me indignan los silencios cómplices y el pasar de puntillas de algunos ante los atentados a la democracia y los derechos humanos. Se perfectamente que el dinero es capaz de comprarlo casi todo, que el petróleo aun es un producto codiciado y que muchos prefieren el postureo de moda antes que inmiscuirse en ‘asuntos de estado’. Sí, eso es lo cómodo que permite a cierto personal darse una capa de barniz progresista mientras se obvian injusticias instaladas hijas del ‘laissez faire’. 
 Teodoro Obiang lleva 37 años como presidente de Guinea Ecuatorial y osa presentarse ante el mundo alardeando de espectaculares resultados electorales. Sus esbirros alegan que ha obtenido el 99’2% de los votos escrutados. ¡Increíble! Organizaciones defensoras de los derechos humanos, como Human Rights Watch, catalogan a Obiang como a un dictador corrupto y sanguinario. Diversos observadores internacionales, líderes opositores y sociedad civil han cuestionado la limpieza i validez de estos comicios al tiempo que denuncian la intervención amedrentadora del ejército contra el principal partido de la oposición. 
Insisto: me indignan los silencios cómplices. Sí, y los hay de todos los colores, de políticos en activo y de otros que subsisten a medio gas. Aunque fuera como penitencia, para lavar pecados, más de uno debería reconocer que en su día le dio oxigeno y sonrisitas al sátrapa esperando un plato de lentejas. Guinea Ecuatorial es un país bello y rico que no se merece el yugo de un dictador blanqueado durante años por algunos ‘de los nuestros’. Juan Tomas Ávila Laurel –intelectual ecuatoguineano oriundo de Annobón- nos lo cuenta con claridad:
 “Nadie puede creer en unas elecciones libres en mi país, el abuso ha sido increíble, con militares vigilando el voto y mesas electorales sin papeletas de partidos opositores. Pero lo peor es el clima de terror contra quien quiere cambiar las cosas”. 
Mientras tanto aquí el ‘postureo’-- continúa y, allí, Obiang se deleita con el ritmo del silencio.