El blog d'en Joan Ferran

31.12.13

TODO IGUAL....COMO EN 2013








NUESTROS GATOPARDISTAS



Al ‘hay cosas que no se me pueden pedir’ de Mariano Rajoy, me gustaría contraponer un ‘hay cosas que se pueden exigir’ a los gobernantes que no pretendan asfixiarse en el pozo de la mediocridad. Si el presidente del gobierno español tuviera alguna traza de estadista en su cerebro hubiera reconocido -ya- la existencia de un conjunto de demandas políticas, sociales y territoriales, sólo abordables desde una voluntad explícita de reformar la Constitución. El contencioso catalán hubiera tomado otro rumbo y la escalada de despropósitos de los nacionalistas quizás hubiera seguido otro derrotero. Dicho lo anterior el presidente español no anda falto de razón cuando acusa a Artur Mas de generar incertidumbres, inestabilidad y fractura social perjudicando, así, a Cataluña y España. Y mientras nos entretienen con esta suerte de esgrima verbal leemos en prensa que los ‘sin techo’ han aumentado en Cataluña un 43%, que los universitarios que no pueden pagar sus tasas han crecido un 10% y la precariedad laboral está al orden del día…
El Rey, Rajoy y Mas, en sus alocuciones de Navidad a la sufrida ciudadanía, han despedido el año como lo iniciaron: con una reposición de sus mejores sketches. Por mucho que algunas editoriales de prensa se esfuercen en interpretar supuestos mensajes cifrados el monotema independentista sigue sobre la mesa, obviamente sin salidas. Incontables ciudadanos comienzan a sospechar que este juego cansino de grandilocuentes palabras, apelaciones al sentido común o a la democracia, es fruto de una deliberada estrategia de la confusión para que lo grave parezca no serlo y la atención del personal se centre en fuegos artificiales cargados con pólvora sentimental. El paro galopa y las escasas noticias positivas sobre la crisis apuntan sólo a la macroeconomía. Los partidos que gobiernan Catalunya y España acumulan causas judiciales, tienen sedes embargadas o registradas por la policía y sus imputados se cuentan por decenas… ¿Hay quien dé más, señores?
Atrás hemos dejado un 2013 en el que se cumplían 50 años de una de las grandes obras de Luchino Visconti: “Il Gattopardo”, basado en la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Su actualidad se me antoja evidente. No sólo por la famosa frase: “le vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna que tutto cambi”, sino también por las referencias a una “fine de la illusione”. Y es que hoy en día muchos de nuestros ‘patriotas garibaldinos’ de ambas riberas no van más allá de un interesado y triste oportunismo. A ambos les interesa más que nunca que crezca la espiral del silencio y el miedo. A ambos les conviene un enemigo al que combatir para que nada cambie y todo siga igual, aunque muera la ilusión.
publicado en www.catalunyapress.cat

19.12.13

FELIÇ 2014-FELIZ 2014


SOBRE MEDIOS DE COMUNICACIÓN .....







                      
 TV3-CATRÀDIO.CADENAS      ENCADENADAS
Articulo publicado en www.cronicaglobal.com
 
La cosa tiene mucho que ver con aquello que nos contaba el sardo Antonio Gramsci  acerca de la hegemonía cultural. El tema lo retoma lucidamente Pau Marí-Klose cuando nos habla en sus artículos de cierta hegemonía epistémica. Me explicaré. Cuando en el año 2005 el Parlament de Catalunya aprobó casi por unanimidad una ley de comunicación audiovisual de Catalunya, algunos lanzamos las campanas al vuelo pensando, ingenuamente, que el el control pujolista de los medios de comunicación tocaba su fin. El texto aprobado otorgaba al Consell Audiovisual de Catalunya (CAC) plena competencia en la adjudicación de licencias, en la tutela de los principios básicos que debían regir los contenidos audiovisuales y poder sancionador en caso de incumplimiento de los sacrosantos principios de veracidad, pluralidad… La ley también reclamaba a la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA) una línea de actuación basada en la profesionalidad y el rigor informativo. Nos sumergimos entonces en un periodo imperfecto pero ciertamente mucho más plural, libre y democrático que el vivido con anterioridad bajo gobiernos convergentes. El espejismo duró poco. Los intentos de emulación de la BBC, o de los órganos reguladores franceses y germanos, se diluyeron bajo la presión de la ‘realpolitik’.
 Durante el mandato del tripartito las manipulaciones de carácter partidista disminuyeron notablemente pero persistió en los medios públicos el universo simbólico que había creado el nacionalismo conservador a lo largo de sus 23 años en el poder. ¿Por qué? Tanto en los gobiernos de Maragall como de Montilla ERC exigió gestionar áreas estratégicas para la configuración de determinado concepto de país. El PSC heredero y practicante de una probada cultura de gobierno optó por la gestión de piedra y de la economía. ¡Pensar en Gramsi hubiera sido demasiado marxista! Así, tras el discurso formal de unos medios de comunicación con vocación de servicio público subsistía e imperaba un universo simbólico que polinizaba transversalmente toda la programación de la radio y televisión pública. Desde los informativos a los programas de ficción, desde los humorísticos a los de entretenimiento se detectaba un hilo conductor nacionalista tanto en los conceptos como en el lenguaje. A pesar del cambio gubernamental subyacían una práctica y una inercia nacionalista en los medios de comunicación públicos en detrimento de un modelo, llamémosle, nacional. Ahí la izquierda no identitaria falló. Permitió que todo siguiera igual alimentando una sola forma de sentir y vivir el país: la de sus antecesores en el gobierno, la del viejo pujolismo. Atrás, en la exposición de motivos de la ley del 2005, quedó para el recuerdo la vocación de servicio público y la imparcialidad que todos reclamaban para los medios de comunicación catalanes. La promoción activa de la conciencia cívica, el respeto a todo tipo de opciones y manifestaciones políticas, sociales, lingüísticas, culturales y religiosas… De todo ello apenas quedó nada por más que algunos profesionales nos lo repitan hoy como un mantra hecho deseo.
La vuelta al poder de CiU trajo consigo una nueva modificación de la ley. La vuelta al pasado de la legislación audiovisual catalana quedaba así garantizada. El ejecutivo se empeñó en la recuperación gubernamental de los organismos gestores y reguladores de los medios – hasta entonces imperfectos pero razonables- y su repolitización extrema. El paradigma de este fenómeno fue, y sigue siendo, la designación de Roger Loppacher -un perfecto comisario político a las órdenes de Presidencia- como presidente del CAC y de Duart al frente de la CCMA. Así el control y la reestructuración de la radio y televisión públicas vuelve a depender de los caprichos del conseller Homs que juega a exigir a sus ‘medios’ una mayor ‘cuidado’ subliminal en la inoculación del viejo paradigma nacionalista, hoy en su variante independentista.
La presencia en los medios de planteamientos y visiones ajenos al nacionalismo, o al independentismo, son proporcionalmente infinitamente inferiores a su representación electoral y arraigo social. La CCMA no sólo no ha sido capaz de ensanchar su universo descriptivo sino que se ha prestado a las exigencias del guion soberanista que han marcado Junqueras y la ANC. Que quede claro, la labor y la profesionalidad de los trabajadores de la CCMA no está en duda pero si está en tela de juicio la instrumentalización nacionalista de los medios de comunicación públicos. Esa instrumentalización roza el esperpento cuando el conseller Homs fuerza al CAC, a pesar de los votos particulares de algunos de sus miembros, a observar la paja en el ojo ajeno obviando la viga en el propio soslayando casos evidentes de manipulación. Aquel pequeño avance de la ley de 2005 fue languideciendo con el tiempo, cierto, pero el descabello ha llegado de la mano de un gobierno manipulador, monotemático, regresivo y recortador de prestaciones sociales.
De Antonio Gramsi a Rosa Luxemburg. La espartaquista germano polaca nos dejó dicho que la libertad sólo para los partidarios del gobierno, sólo para los miembros del partido, por numerosos que sean, no es libertad; la libertad es siempre la libertad del que piensa diferente. Ergo…la masiva utilización de los medios de comunicación, como brazo propagandístico del gobierno, nos permite argumentar que nuestras cadenas públicas, tanto de radio como de televisión, están tristemente encadenadas. Joan Ferran

15.12.13

NO TE ARRUGUES PSC









                         SI...




No voy a perder el tiempo hablando de una consulta y de una pregunta doble que no se hará. Para esa literatura ya están en marcha  unos determinados medios de comunicación públicos y otros privados. Tampoco voy a derrochar tinta criticando a aquellos que, abducidos por el discurso dominante del nacionalismo, medran intentando que el resto de los mortales nos sumerjamos en la ilógica lógica de los Mas y los Junqueras. No pienso mentar ni a resentidos ni a tránsfugas; ni a los que necesitan bañarse cada día con el agua bendita del patriotismo. Eso sí, me congratulo y celebro que el socialismo catalán haya marcado su terreno de juego diciéndoles a PP y C’s que no juega al inmovilismo y a la troupe de la estelada que no se puede engañar al personal; que no vale jugar al todo o nada, que el maniqueísmo es mala cosa, que no todo se reduce al blanco o negro…
El 2014 está a punto de nacer y en él morirán –con el beneplácito de ERC y el diletantismo de IC- un montón de beneficios sociales hijos del Estado del Bienestar. Algunos intentarán prolongar sine die la polémica de la consulta, la naturaleza de la pregunta y los enfrentamientos institucionales. Probablemente logren y consigan versionar el monotema hasta que expire el tricentenario y estén suficientemente musculados electoralmente para no fenecer de vergüenza. Las reglas del juego permiten ese tipo de políticas tan poco patrióticas y tan proclives a dinamitar la cohesión social. Pues bien ante este panorama un servidor de ustedes cree que la izquierda, las izquierdas, deben ir a lo suyo. A saber:
 1º Desenmascarar la trampa saducea del debate sobre la consulta.
 2º Denunciar las políticas regresivas y antisociales de los gobiernos conservadores.
3º Plantear a medio plazo las reformas constitucionales que el país precisa tanto en el terreno social como en el territorial.
La ofensiva conservadora intenta avanzar en todos los frentes. Lo intenta recortando derechos individuales con sus leyes ‘mordaza’. Lo persigue profundizando en el terreno de las reformas laborales y la precarización del mercado de trabajo. En Catalunya la regresión conservadora se oculta tras los sentimientos y las banderas. Algún obtuso preboste convergente se atreve incluso a emplazar a los socialistas para que ‘no engañen a sus votantes’ y se plieguen así a las exigencias de Artur Mas. Yerran, deberían saber que más allá de las corrientes de moda, y las encuestas, aún sobrevive en algunos políticos la capacidad de discernir entre lo correcto y lo que no lo es tanto.
Momentos los presentes para recordar a Rudyard Kipling cuando nos decía:
‘Si en tu puesto mantienes la cabeza tranquila cuando a tu lado todo es cabeza perdida. Si en ti mismo tienes una fe que te niegan…’.
Pues eso: No te arrugues PSC

13.12.13

EDITORIAL DE 'EL PAIS'

                                   

                                      LA PROVOCACIÓN DE ARTUR MAS

Artur Mas y sus aliados políticos han lanzado un desafío en toda regla: aquí están las preguntas del referéndum sobre el Estado catalán, esa es la fecha y estas son las fuerzas políticas  catalanas decididas a implicarse hasta el final. Una expresión unilateral de su voluntad, destinada a dejar claro al resto de España, y al conjunto de los catalanes, que no les importa abrir una crisis constitucional, si ese fuera el precio del objetivo que se han propuesto, absolutamente irrealizable bajo las leyes que el conjunto de los españoles se han dado. Pero ningún proceso político se puede conducir a base de golpes de fuerza en sociedades civilizadas y democráticas. No tiene sentido llevar a Cataluña y al resto de España a la parálisis de cualquier asunto por el agravamiento de las tensiones soberanistas. Lo que hay que hacer es trabajar por el entendimiento y tratar de resolver las reclamaciones justas, sin permitir a los separadores que se salten todos esos pasos y precipiten a la sociedad en una sima en la que nadie, ni de Cataluña ni del resto del España, puede tener la esperanza de encontrar soluciones milagrosas: más bien, la promesa de muchos destrozos.
La pelota no está ahora en el otro tejado, si por tal se entiende una duda razonable sobre la respuesta que los partidos estatales iban a dar al planteamiento del referéndum y de la fecha. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha reiterado su negativa a cuestionar la soberanía del pueblo español. El PP se niega a aceptar la posibilidad misma de la consulta y Alfredo Pérez Rubalcaba, líder del Partido Socialista, que tampoco está de acuerdo con el ejercicio de un pretendido derecho de autodeterminación, no ha sido menos firme al juzgar el órdago de Mas: “Llevaría a los catalanes a un callejón sin salida”. Ni que decir tiene que la propuesta de las preguntas formuladas está en las antípodas de lo que piensa UPyD, mientras que IU se muestra más discreta ante las diferencias con sus socios de ICV. Con esta iniciativa, Mas obtiene un magrísimo rédito político a corto plazo. El presidente de la Generalitat salva la dificultad en que le había situado ERC, que amenazaba con no votar los Presupuestos para 2014. A su vez, la doble pregunta propuesta: (¿quiere que Cataluña sea un Estado? ¿Quiere que este sea independiente?) pretende aliviar las tensiones internas en CiU y en ICV, entre los convencidos de la vía independentista y los que prefieren un pacto con el resto de España. Se aleja la posibilidad de que Mas entre en razón y se libre de la dinámica suicida en la que le ha colocado ERC, a costa de un año preñado de tensiones y desafíos, y de un desbordamiento más que probable del nacionalismo convergente por parte del independentismo radical.
  Descartada la rectificación de Mas, se impone la cordura. Pese al despropósito cometido por el presidente de la Generalitat, el Gobierno y las fuerzas estatales tienen que buscar vías para desactivar el conflicto. La estrategia de envolverse en la Constitución, con la esperanza de que eso lo bloquee todo, puede ser vana. Ni la Constitución es un frontón frente a toda reclamación, ni hay que considerarla un texto inamovible. Pero también hay que trabajar por un cambio en las mentalidades: nada de España contra Cataluña, ni de Cataluña contra España. Nadie vivirá mejor separándose, ni tampoco Cataluña será mejor acogida en Europa. Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, lo reiteró ayer: si una parte de un Estado se separa, los Tratados de la UE dejan de aplicarse ahí y pasa a ser un “país tercero”. También las sociedades plurales que integran España deben movilizarse, porque preservar la convivencia y la cohesión es un objetivo capital.
EDITORIAL DEL DIARIO 'EL PAIS' 13/12/2013

12.12.13

UN RAMITO DE VIOLETAS...EL 9 DE NOVIEMBRE


10.12.13

TAN SOLS HO SAP EL VENT...









EL CARRILLÓ DE SANT JAUME




Tic tac, tic tac.
Les agulles del rellotge avancen sense aturar-se. Passa la nit , ve el dia. La setmana és a punt de morir.
Tic tac, tic tac.
Es fa fosc i el laberint esdevé cada cop més enrevessat, les paraules perden sentit i els sinònims s’acaben, les solucions no satisfan.
Tic tac, tic tac...
-'Aquest Nadal, si no dius el verset, no hi haurà dineret'.
Tic tac
Trucada, suor i decepció del timoner.
Tic tac
Una senyora amb Forca diu que vol entrar i recitar.
No la deixeu passar!! Que torni l’any vinent en tot cas.
Tic tac
Cor de veus dissonants i simfonia desafinada. Quin enrenou , quin guirigall!
Tic tac
Nadal ja és aquí , tot seguit arriba Sant Esteve i després...
Sants Innocents!!!
Tic tac ...i toc!
  Any Nou.
 Adéu puta!...Adéu Ramoneta!!!

8.12.13

POPULISMO, PERONISMO...







¿UN PAPA PERONISTA?


Participo con regularidad en una tertulia especializada en abordar temáticas sociales y políticas. Lo hago en una de esas cadenas de televisión que algunos consideran sectarias, perversas y manipuladoras. He de decir, en honor a la verdad, que nunca he sido censurado, avisado o enmendado por el tono o las impertinencias de mis opiniones. Comparto mesa, debate, risas, cabreos y algún improperio con gentes de todo color político y diferente credo religioso. Insisto. Discuto cómodo en ese escenario televisivo sin presiones, con absoluta libertad. Pues bien, son tantas las materias y asuntos allí debatidos –hay vida más allá de la consulta- que recientemente le tocó el turno a la figura del papa Francisco. El presentador se interesó por la opinión de los presentes a cerca de unas declaraciones del sumo pontífice. Mi respuesta fue respetuosa para con la religión católica, pero puse de manifiesto mi simpatía por la actitud del papa actual ante los problemas de nuestro tiempo y las decisiones que ha adoptado, y piensa adoptar, en relación con la Iglesia Católica. Argumenté que el pontífice no puede ser catalogado como un radical pero sí como un personaje mucho más próximo que sus antecesores. Su lenguaje, sus alocuciones, no son crípticas si no directas y entendedoras. Su talante de me antoja mucho más comprensivo que el de la mayoría de sus predecesores. Jorge Mario Bergoglio juega, al menos así lo creo, a denunciar aspectos del sistema económico que impiden el avance de la justicia social. Concluí mi valoración sobre este jesuita afirmando que la sociedad en su conjunto, la política y las iglesias necesitan aire fresco y una mayor conexión con los problemas reales de la gente. Un guía espiritual o un político que denuncia la senda de la muerte que lleva a Lampedusa merece mi respeto y consideración. Si anatemiza el culto a la pompa y al dinero, aún más.Sí…
Pero, ¡Ay! Tanta valoración positiva de un rojillo irredento hacia el jefe de Rouco Varela me costó un amable coscorrón verbal. Uno de los tertulianos presentes, que atesora títulos y carreras, me salió al paso diciéndome:
–Sí hombre, ahora resultará que éste va a ser el papa de los agnósticos, los ateos y la izquierda-. Eso lo decís porque os interesa, para criticar a Varela y a la Conferencia Episcopal.
La verdad es que un servidor no había caído en eso. Me place el nuevo discurso que emana de la cúspide del Vaticano pero no lo había interiorizado –aún- como réplica a los sectores carcas del Episcopado español. Ahí hay una idea, lo admito. Pero cuando mi contertulio rizó el rizo es cuando afirmó jocoso que Francisco era un “papa peronista”, un populista. Éxito. La gente llamó por teléfono al programa, participó, discrepó…
No toca hoy hablar de la controvertida figura de Juan Domingo Perón ni de Evita. Eso sí, recurro a un manual de ciencia política y encuentro, entre otras, esta definición que conjuga populismo con peronismo:
 “En un sentido amplio y descriptivo puede proponerse como definición de populismo la de ser un movimiento político (o la fase de un movimiento aún más amplio) que se basa en amplias movilizaciones de masas a partir de una retórica de contenido fundamentalmente emocional y autoafirmativo, centrado en torno a la idea de ‘pueblo’ como depositario de virtudes sociales, de justicia y moralidad”.
Pues bien, no sé si Jorge Mario Bergoglio de joven además de ser portero de discoteca llegó a simpatizar o no con el justicialismo argentino. No importa, ahora bien, la etiqueta que le colocó mi amigo contertulio creo que casa mejor con alguno de mis conciudadanos catalanes, políticamente en activo, a la búsqueda de un destino sin descarrilar. ¿O no?

5.12.13

CLAVEGUERES A LA CATALANA






MASTADELO I FILEHOMS AGENCIA DESINFORMACIO



El president Artur Mas està en baixa forma. Viu obsessionat per la pregunta, la data i el postdata. No té els reflexes que en altres temps tenia sempre a punt. Sovint, traspua inseguretat personal; les seves fugides endavant li generen un estrès que li impedeix articular respostes lògiques i ponderades a preguntes correctament formulades. El rostre d’Artur Mas apareix en pantalla crispat, o si volen ,mal maquillat. Tan se val. La sensació que rep el ciutadà és que algú no li posa ve els pols translúcids, o bé, que el president pateix inconfessables ansietats.
Ahir en el ple del parlament català el president Mas, en lloc de contestar les preguntes del socialista Pere Navarro, va optar per l’astracanada, va decidir acusar-lo de fer front comú amb PP i Ciutadans. Va ser tot plegat un exercici de filibusterisme parlamentari i amnèsia política. Sembla haver oblidat que fa quatre dies va aprovar uns pressupostos i va ser president gràcies al seu maridatge amb el PP.
  També ahir, en lloc d’acceptar que les clavegueres que duen les aigües brutes del “CNI català” mereixen una explicació, va preferir centrifugar, en resposta a Rivera, contra els serveis d’intel•ligència de l’estat.
Lamento dir-ho però, darrerament, el president no està a l’alçada del càrrec que ostenta. Tot just fa una setmana emulava a Gandhi, avui es fa l’orni amb el “CNI català”, fa temps Moisès i Luther King li varen servir d’inspiració, dema... A un servidor no li caldrà que li apliquin cap estratègia de la por per decidir el vot en una hipotètica consulta. El que m’espanta és pensar que Mas,( o els seus socis) ens segueixin governant, negant les evidències i vulguin, fins i tot, fer-nos creure que Durao Barroso és un agent del “CNI”. Ep! en aquest cas espanyol.

2.12.13

¡¡¡ VAN A POR MI !!!




EL MARTIRIO DE MAS


Abundan las novedades editoriales de, para y sobre las personalidades  políticas en activo. El fenómeno no es nuevo. A Jordi Pujol, ejerciendo de Presidente, alguien le llamó virrey de  Cataluña; Pilar Rahola nos encasquetó un texto épico en el  que un edulcorado Artur Mas, sin espada, devenía rey; un servidor de ustedes, sin ir más lejos, no dudó en criticar ácidamente el juego parlamentario y las apariencias de Duran Lleida. Otros retrataron a José Montilla y muchos a Maragall…
Pues bien, ojeo El Periódico y leo un titular que no deja de sorprenderme por su patetismo: “Van a por mí” nos cuenta Artur Mas en las páginas de un libro - de titulo rimbombante y de género semi biográfico- en el que conversa amistosamente con la filosofa Teresa Pous.  Perdónenme pero  este “Van a por mí” en boca del President me resulta excesivo y pretencioso. La práctica de la política tiene precio e inconvenientes.  El individuo que por vocación, o por interés, decide salir a la palestra pública sabe perfectamente a lo que se expone.  Cualquier dirigente político que se precie debe interiorizar, o debería hacerlo, que a partir de ese instante  puede convertirse en blanco de iras, en objetivo a abatir, a criticar.
Recuerden: Fueron a por Adolfo Suarez, fueron a por Felipe González, fueron a por Zapatero y hoy  van –amigos y adversarios- a por Mariano Rajoy. Desgraciadamente, nos guste o no, las cosas  son así y así fueron con Azaña y Companys, entre muchos otros.
¿Quieren más? Desde los altavoces de cierta crema nobiliaria atacaron la gestión y figura de  Jordi Hereu hasta hacerle la vida imposible. Desde el humor, pagado con dinero público, se ha jugado a ‘deconstruir’ la imagen del Rey, de Pere Navarro o de Duran Lleida con una ‘intensidad’ especial no aplicada a terceros. La cosa ‘va de soi’ que diría un francés.
El “Van a por mí” de Artur Mas se me antoja pueril en exceso, simplón.  No sé si la afirmación del  President es una artimaña publicitaria cara a las ventas navideñas del libro. No sé si sus palabras son un nuevo intento de resarcirse  del deterioro de imagen que reflejan las últimas encuestas del  CEO… Me da igual.
La talla y valía de los personajes públicos, sean estadistas o políticos del montón, no se mide nunca en base a las invectivas, mentiras y crueldades que blanden sus enemigos, se mesura a partir de  la autoridad moral que es capaz de proyectar positivamente a la ciudadanía. El recurso al martirologio y la penita no cuela, dice poco del que se acoge a él y no fortalece, da penita.

1.12.13

ANTIDOTO CONTRA LOS NUEVOS POPULISMOS








LA IZQUIERDA ANTE EL POPULISMO NACIONALISTA
 
 
 Documento elaborado por Ferran Gallego     

Recoge hoy el diario La Vanguardia dos artículos de periodistas excelentes, dos de esos que creen que el periodismo está ahí no sólo para dar noticias, sino para valorar acontecimientos y, sobre todo, para considerar tendencias. Es decir, que el periodismo, como la historia, no consideran su trabajo fundamental el de captar un hecho (eso deberíamos darlo por sentado), sino darle un significado. En “El Tweet Party”, Rafael Jorba comenta las labores de esa inteligente Marine Le Pen, que no da puntada sin hilo, y que está bordando un peligroso encaje ideológico para el enorme descosido social que padecemos en la Europa del siglo XXI. Será otra la ocasión para referirse a los cambios que la hija del fundador del Frente Nacional ha introducido en la presentación de este movimiento, que no me parecen nada secundarios. Marine Le Pen ha construido un proyecto político, bien apoyado en el trabajo de base, casa por casa, allí donde Jean Marie Le Pen puso, y no era poca cosa, los fundamentos de una retórica nacionalista de exclusión que fuera percibida, por una parte considerable de las clases populares francesas, como una propuesta política de reintegración de los ciudadanos en una comunidad fracturada. No es casual que los viejos adversarios del fundador, seguidores de Bruno Mégret, hayan aportado su perspicacia en dos ámbitos fundamentales para construir un proyecto: el equilibrio entre pragmatismo e ideología, y el equilibrio entre discurso nacional y realidad local. Vayamos, sin embargo, a un aspecto que sí puede interesarnos hoy en el análisis preocupado de Rafael Jorba. Tras preguntarse por la, para él, sorprendente equiparación del populismo de extrema derecha y el discurso nacionalista catalán, responde señalando dos factores que permiten hacer comprensible esta perspectiva. El primero es el desplazamiento de la determinación social a la identitaria en un momento en que los recursos habituales de análisis han sido volados por la violencia de la crisis: la transversalidad se establece ahora en el consenso de la identidad nacional, cuando hace unos cuantos años, en el tardofranquismo y en la transición –que eran, a fin de cuentas, los tiempos de Mitterrand, de Helmut Schmidt y de Enrico Berlinguer-, el consenso se asentaba en el espacio de lo social, permitiéndose que la identificación de clase se realizara, también, en la contundente voluntad de toda la izquierda de asumir los derechos nacionales como consecuencia de una afirmación previa: los derechos de los individuos y las condiciones sociales concretas en las que estos individuos pasaban a tener una conciencia colectiva. En un lenguaje cuya lamentable oxidación por falta de uso debo reconocer, a eso se le llamaba dar a los análisis una perspectiva de clase. El segundo factor de equiparación es el resumen de la complejidad social que se establece en una sociedad acostumbrada a creer que lo complejo genera confusión y dificulta las labores didácticas de las nuevas redes sociales, diseñadas no sólo para la velocidad comunicativa, sino para ese simplismo que algunos se empeñan en llamar claridad y que no es más que la elevación del apresuramiento al rango de la eficacia. Hemos mejorado poco desde los tiempos del célebre diálogo entre Alicia y Humpty Dumpty. Si, para Lewis Carroll, las palabras tenían el significado que quisiera darles el poder, ahora son las frases, los párrafos y las reflexiones enteras las que parecen tener que someterse al dictamen del medio utilizado para pronunciarlas. No son las palabras las que tienen dueño, de una en una: es el lenguaje entero el que ha dejado de ser posesión de quien escribe. En la curiosa mezcla de volatilidad y permanencia de los mensajes sometidos a una tiránica brevedad, resignados a no comprender la diferencia entre valor de uso y valor de cambio, que tan claramente expuso la economía clásica, a las palabras se les exige poco rigor. Porque, como bien sabía Humpty Dumpty, sólo a las palabras largas podía exigírseles mucho trabajo significativo. Consideremos que lo que se nos dice es muy grave: el análisis del populismo europeo –y, de hecho, la actualidad del populismo- corresponde a una lesión intelectual grave en dos aspectos fundamentales: el espacio y el tiempo. El “desplazamiento” de lo social a lo nacional es un cambio de posición, que debería darnos la inquietante sensación de que las cosas no están en su sitio: es decir, la impresión del desorden. La imposición de un ritmo infatigable en el que, como decía Azaña de Ortega, las ideas tienen que dejar paso a las ocurrencias, causa la no menos desagradable sensación de que este es un trayecto en el que, a cambio de la velocidad, se nos exige viajar sin equipaje. No está mal que, en los dos puntos de referencia indispensables para vivir reflexivamente, el lugar y el momento, se nos tenga sometidos a la incómoda situación de quien se ha perdido en un paisaje sin referencias. Pero no seamos incautos: para combatir esa carencia ha llegado, precisamente, un tranquilizante tan poderoso como el nacionalismo, una identidad que se reclama fuerte, auténtica, esencial y, sobre todo, natural, dispuesta a romper con todos los artilugios que han ayudado hasta ahora a nuestro precario sentido de la orientación. No ha sido sólo la crisis la que ha provocado esta situación, sino la complacencia ideológica, la confortable debilidad de análisis, la escasa exigencia del trabajo interpretativo con el que la izquierda ha transitado por los años felices del crecimiento. La conquista de los derechos sociales, en lugar de metabolizarse como cumplimiento de unos objetivos políticos de un sector preciso de la sociedad y de utilizarse como materia original de una cultura de la izquierda, fue contemplada como la evolución lógica de la sociedad, como el desarrollo de la democracia, como el patrimonio común de todas las opciones políticas existentes en nuestro país. Esto nada tiene que ver con un reformismo que haya abandonado las presuntas virtudes de las estrategias revolucionarias. Es, por el contrario, la quiebra misma del proyecto reformista de la socialdemocracia, cuya identidad siempre debía haber residido en ese diagnóstico del estado del bienestar como factor diferencial entre culturas políticas opuestas. No ha sido la moderación, sino el vaciado de la socialdemocracia lo que ha impedido hacer frente a la crisis con una identidad de clase. Como tan bien lo señaló Thompson, las clases no se crean, sino que se hacen, se construyen, se producen en una intensa y prolongada tarea de comprensión de las relaciones sociales, de modificación de la correlación de fuerzas, de preservación de los signos propios, de cultivo de una tradición diferenciada. En definitiva, de asunción de un perfil que va cobrando nitidez como resultado de un largo aprendizaje que da a la clase su forma, que da a los individuos su sentimiento de pertenencia, más que a un espacio fijo, a un proyecto desatado en el tiempo, a una lenta afirmación del ser a través de la existencia. Al no haber asumido esta forma de socialización que disponga de su propia ideología, de su representación simbólica, de los rasgos afectivos que todo proyecto político precisa, no hemos sido capaces de dar una respuesta adecuada –es decir, basada en esa misma tradición cuya herencia hemos dilapidado- cuando la mayor crisis de los últimos cuarenta años nos ha llevado a las puertas del área de desguace. ¿Podemos sorprendernos de la eficacia de un discurso levantado sobre esa manía cegadora de transversalidad, izado sobre esa maldita costumbre de confundir las buenas maneras y el respeto a la democracia con la desdichada aceptación de una sociedad sin conflictos esenciales? ¿Hasta ese punto hemos confundido el concepto de “sociedad abierta” con el de “sociedad vacía”? Hemos confundido la flexibilidad de una estrategia con la licuación de nuestras ideas. Hemos tomado nuestro respeto a las instituciones con la atribución a todo el mundo de proyectos políticos idénticos en lo sustancial, diferentes en lo accesorio. Hemos confundido el pacto social con una similitud de principios, que acaba por negar la necesidad misma de un pacto entre partes en conflicto necesario. ¿Puede sorprendernos, entonces, que el nacional-populismo esté en mejores condiciones para establecer su congruencia con una forma de vivir en sociedad que nosotros mismos hemos acabado por propiciar, sea en nuestra timidez de análisis, sea en nuestra práctica política? Y lo hemos hecho permitiendo, y a veces alentando a ello, que la identidad nacional fuera adquiriendo ese aire de unanimidad comunitaria, de bien común tomista, de visión orgánica de las relaciones sociales, de forma superior de derechos colectivos, de mejor manera de definir la soberanía del pueblo, de liquidación de todos aquellos aspectos concretos y materiales que podían enfrentarnos, para hallar consuelo, refugio y afirmación en los elementos simbólicos y emocionales diseñados especialmente para ignorar los conflictos de clase en favor de la homogeneidad de la nación. Porque es obvio que el discurso nacional-populista es un discurso político. Pero lo es en el momento en que se han digerido las contradicciones sociales de una nación, y cuando los recortes propinados a los derechos de la mayoría tienen que definirse a otro nivel, como resultado de un desplazamiento que no es sólo cambio de lugar, sino modificación de un significado. Cuando los conflictos pasan a considerarse anécdota funcional en una comunidad sin fisuras, y los antagonismos fundamentales se desplazan hasta referirse, exclusivamente a lo que diferencia a una soberanía colectiva frustrada de un poder exterior que la atenaza. Y que iguala a todos los ciudadanos en una misma sumisión, en una sola esclavitud cuya liberación sólo puede expresarse definiendo al adversario externo y eliminando cualquier factor de pluralidad y, menos aún, de antagonismo, en el seno de la sociedad que quiere esterilizarse de impurezas partidistas. Para el nacionalismo populista la sociedad es la expresión de un elemento previo, de un factor ontológico del que la sociedad es sólo apariencia, fenómeno, circunstancia histórica. Para quienes no somos nacional-populistas, la nación es el resultado del quehacer de una sociedad, que tiene que manifestar en su diaria construcción los conflictos que se plantean entre intereses diversos. Nosotros podemos creer en la necesidad de la cohesión social, pero no podemos aceptar esa tramposa apreciación de Cataluña, más estética que cultural, sobre la que se establece la evaporación de los conflictos sociales, que pasan del estado sólido al gaseoso gracias a la renuncia a una cultura obrera, popular y nacional, que ha querido disolverse en una simple “cultura general” que a todos gratifica, que a todos concilia, y que al final a todos representa. En la liquidación de un espacio cultural propio, tan nacional como el de los nacionalistas, en la aceptación de un solo espacio común, se encuentra un grave error de perspectiva. Fragmentar a las clases populares a favor de la unidad del proyecto nacional es una de las expresiones más obvias y lacerantes, incluso observables en las encuestas electorales, que estamos sufriendo en estos tiempos. En, en definitiva, el producto de ese desplazamiento al que se refiere Rafael Jorba, aunque él saque otras conclusiones. El segundo artículo es el de Gregorio Morán, “¿Sanidad o 1714?”. No es menor el suceso que seguramente ha dado lugar a la reflexión de Morán: la muerte de un personaje ejemplar, comprometido con la sanidad pública, Albert Jovell, al que el conseller Boi Ruiz dedica un desmesurado elogio. Un nuevo desplazamiento, tan propio del nacionalismo que nos gobierna: lo que debería contemplarse como oportunidad para ver cuál es el debate sobre el sistema sanitario en Cataluña, pasa a convertirse en unanimidad funeraria, en algo más que cortés, entusiasta elogio fúnebre aprovechando la expansión de la sentimentalidad que estas ceremonias nos sugieren. Como peces en el agua se mueven los nacionalistas en los escenarios simbólicos, en las tablas de la sobreactuación. Lo que debería presentarse como conflicto pasa a exhibirse como patrimonio común. La resistencia a los poderosos pasa a vestirse de encomiable crítica constructiva. El ámbito de afirmación de una idea de la sociedad pasa a considerarse una voz más en el confuso murmullo del rosario nacional. Como dice Morán, refiriéndose a los, por otro lado, honestos y apreciables militantes de la CUP: lo nacional y lo social, antes, después, al mismo tiempo…Y cita a una autora que todo el mundo en esta izquierda con la memoria en harapos ha desahuciado desde su muerte, Rosa Luxemburg. ¡Qué incómoda resulta aún, para alegría de quienes preferimos que se nos interrogue desde esa voz tan honda que es nuestro propio pasado, y que tanto se parece a nuestra conciencia! Rosa Luxemburg escribió en el otoño de 1918 una feroz crítica a la revolución rusa que no hacía ningún tipo de concesión a la derecha socialdemócrata, que tenía el atractivo de indicar su solidaridad con los revolucionarios, pero también la honesta vehemencia de denunciar el estado de excepción permanente que permitió el poder absoluto del partido único y la liquidación de las esperanzas de la democracia obrera. Que su ataque a la revolución bolchevique no fuera acompañado de elogio del sector mayoritario de la socialdemocracia alemana en 1918 era incómodo para el reformismo. Que tratara a Lenin y a Trotski de tramposos, capaces de justificar la expropiación de los derechos colectivos con la estéril denuncia del formalismo constitucional, era incómodo para la extrema izquierda. Pero lo más incómodo, para unos y para otros, es que se atreviera a denunciar determinados principios y más aún las prácticas nacionalistas, que acabaron por entregar a las clases dominantes de Polonia o Finlandia a aquellos trabajadores que deseaban, precisamente, resolver el conflicto entre lo nacional y lo social, bajo la necesaria priorización de la identidad política de la izquierda, renunciando a los trapicheos unitarios de los Frentes Nacionales creados, precisamente, para unir a los distintos y para separar a los iguales. Morán recuerda la necesidad de Rosa Luxemburg o, quizás, considera que a uno le parece estar, cuando de todo hace ya casi cien años, en el debate entre Luxemburg y Lenin, para saber si fue antes el huevo o la gallina, cosa que siempre acaba por afirmar que lo primero fue el corral. No sólo es el desplazamiento del problema, sino el cambio de escenario. Ese Valle de los Caídos catalán al que se refiere Morán en su artículo, recordando la mutación arqueológica del Born, permite que veamos cómo las identidades siempre se construyen en un ámbito de conciliación radical, que vincula a los vivos con los muertos en una genealogía de fosa común, en la que los cadáveres exquisitos son pasto de una memoria ajustada a las necesidades políticas del momento. En una hermosa, exuberante defensa del catolicismo, Ortodoxia, Chesterton escribió que los demócratas progresistas concedían el sufragio a todos los vivos, mientras que los tradicionalistas ensanchaban ese derecho concediéndoselo a los muertos. La defensa de la tradición no era en Chesterton la del pasado, sino la de la construcción de la memoria como gestora del presente. Los lugares comunes no son un monumento a la reconciliación, sino la arquitectura de una unanimidad que discrimina las tensiones sociales, a favor de una identidad que debe hallar su campo conflictivo en otro lugar. En la tierra y los muertos barresianos aparece esa solemne e inmutable fabricación de una conciencia petrificada, o amanece a diario esa crítica de Medusa que a todas las conciencias las convierte en piedra. Esa moral de cementerio determina una frontera, tan escasamente respetuosa con las vidas diversas que un día habitaron los despojos, vidas que lucharon en campos distintos, vidas que se enfrentaron defendiendo proyectos políticos diferenciados. Una frontera tan capaz de incluir a todos en un magma indiferenciado, como de señalar al extranjero más allá de la línea imaginaria de identificación. Imaginaria, sí, y por ello necesitada de todos los recursos simbólicos, de todos los ruedos de fiesta nacional, de todas las tablas de representación que los haga emoción realmente experimentada. ¿Y dónde están los recursos de la izquierda, sus símbolos, sus representaciones, su equipaje emocional, su capacidad de devolver las farsantes unanimidades al desván de una estafa en la que la identidad de clase ha sido condenada a una situación accidental? ¿Dónde están los instrumentos de la izquierda para hacer que Cataluña vuelva a ser una sociedad abierta, conflictiva, plural, reticente ante la hipertrofia simbólica, capaz de denunciar el temblor de la falsificación de quien dice firmar nuestros complejos procesos de identificación con la identidad simplificada de su nombre?
FERRAN GALLEGO Barcelona, Diciembre 2013