El blog d'en Joan Ferran

17.9.13






TODAS LAS BURBUJAS ESTALLAN



Un buen día de invierno, no hace de ello demasiado tiempo, el doctor Josep Fontana respondía a una pregunta formulada por ‘El Periódico’ acerca de la independencia de Catalunya, en estos términos:
  “Es penoso e inmoral que haya políticos que para conseguir sus fines engañen a la gente cuando realmente saben que ese camino es inviable y no lo pueden seguir… Pensar que hay un plan viable y realizable que pasa por la celebración de un refrendo y posteriormente negociar una separación, hoy día, es una fantasía chinesca”.
Huelga decirlo pero todos sabemos que Josep Fontana es un historiador de reconocido prestigio y poco sospechoso de andar contaminado de monsergas mesetarias y servidumbres políticas. Su catalanismo progresista está fuera de toda duda; también el rigor de sus trabajos, libros, artículos y escritos. Pero, por si ello fuera bagaje escaso, el tiempo -apenas unos meses- se ha encargado de demostrar que sus apreciaciones no eran gratuitas e improvisadas sino más bien ese fruto, en forma de sabiduría, que se destila a partir del estudio y la experiencia. Permítanme antes de seguir con mis apreciaciones avanzar un par de premisas para evitar equívocos y caer maliciosamente catalogado, una vez más, como un españolista conspicuo. Perdónenme pero el tema se me antoja injusto dado que ¡oh paradoja! cuando me desplazo por las Españas se produce un fenómeno a la inversa, de signo contrario. Los moderados me definen como un catalanista furibundo y los más tercos ven en mí a un independentista convencido. Cosas de la vida. Con grandes dosis de paciencia, y tragando más de un sapo en forma de tópico, les cuento y explico que mi ideario se circunscribe a un modesto republicanismo de corte federal y que aspiro a reformar la Constitución para encajar mejor la España plurinacional.
  Volvamos a Catalunya. Que conste en acta; soy de los que opinan que la cadena humana del 11S resultó una movilización exitosa, un fenómeno de participación colectiva digno de estudiar, considerar y tener en cuenta. Presenciamos ese día un pacífico movimiento colectivo fruto de múltiples sentimientos y reivindicaciones no satisfechas. Ahora bien, por contra, me atrevo a afirmar que el evento fue promovido, estimulado, magnificado y publicitado gracias a la implicación desvergonzada del Govern de la Generalitat, de los medios de comunicación públicos y también de los semipúblicos subvencionados. No obstante habrá que andar con cuidado, puesto que, cuando se alientan movilizaciones sobre terreno abonado se sabe cómo comienzan pero no cómo terminan. Sumemos a ello la falta de oficio, característica del gobierno del PP, o las dependencias de Mas respecto a ERC y lograremos completar un panorama y una situación política no exenta de peligros. Hechas las consideraciones anteriores volvamos unos instantes a las palabras del profesor Fontana – hoy de rabiosa actualidad- cuando, con ironía, recordaba al mundo independentista que más allá de los Pirineos no existen ventanillas donde tramitar la incorporación a la UE. En ese contexto las palabras del comisario Joaquín Almunia, y de la portavoz Ahrenkilder, han caído como un mazazo sobre el mundo color de rosa del soberanismo. Al igual que en su día estallo la burbuja inmobiliaria creando perplejidades, miedos y zozobra, tengo la impresión de que hoy comienza a perder fuelle el discurso del independentismo. La realidad es dura y no entiende de soflamas. La obligación de un político del siglo XXI no es vender quimeras inalcanzables, es contarle la verdad al ciudadano. ¿Jugamos a ello o no?
Deseo que mis conciudadanos puedan ejercer eso que se ha dado en llamar ‘derecho a decidir’. ¡Claro que sí! Conviene salir de dudas acerca de lo que piensa de veras el personal. Pero previamente hay que garantizar imparcialidad y ausencia de mensajes subliminales en los medios de comunicación públicos y los no tan públicos. El ciudadano tiene derecho a conocer no sólo la poesía de las propuestas sino también las consecuencias económicas y sociales de las decisiones que hipotéticamente se puedan adoptar. Ya no es de recibo vender un mundo feliz en el que la independencia ejerce de curalotodo. Se impone un ejercicio de indagación seria e imparcial acerca de lo que pueda ocurrir con las pensiones, los aranceles, el pasaporte, las jubilaciones, la cultura, el comercio, las transacciones etc. etc… Los partidarios de seguir formando parte del estado español reformado la Constitución aún no se han explicado con soltura y es de justicia que lo hagan más allá de las continuas invocaciones a la carta magna. Eso ya está muy visto.
El desconcierto y la desazón que ha provocado la revelación del señor Almunia es sólo el principio de lo que ha de ser una profunda y serena reflexión acerca de lo que nos conviene, o no, como ciudadanos. Las burbujas tarde o temprano estallan.