El blog d'en Joan Ferran

19.7.12

BUEN MOMENTO PARA HABLAR DE UN CÓDIGO ÉTICO

Hace unas semanas se publicó en este mismo blog un código ético para políticos redactado por diversos profesores universitarios. Partiendo del texto y de la idea misma de un código de este tipo, la filósofa Victòria Camps, una de las redactoras del código, y Joan Ferran, político, diputado en el Parlamento de Cataluña por el PSC, dialogan al respecto.
Pregunta. El código ético para políticos ¿era necesario? ¿no rige para ellos lo mismo que para el resto de los ciudadanos?
Victòria Camps. El código es un encargo de Jordi Pujol a la cátedra Ethos. El responsable de coordinarlo fue Francesc Torrralba, que agrupó a una serie de profesores de Ética y de Ciencia Política, juristas e incluso algún economista. Se trataba de reflexionar sobre la moral de los políticos. Para ser precisos, de los altos cargos electos.
P. El código habla también de la relación de los políticos con su partido.
Victòria Camps. Sí, porque luego lo distribuimos en varios bloques y empezamos por los valores: la honradez, la justicia, la profesionalidad, el respeto, la transparencia. Son valores que no son exclusivos de los políticos. Pero retomemos la pregunta: ¿Tiene que haber un código específico para los políticos? Creo que cada profesión tiene que observar los valores fundamentales en función de lo que hace. No es lo mismo ser periodista que político, peluquero o economista. Cada uno tiene algo de específico Si hablamos de la responsabilidad, parece claro que la de un cargo electo es mayor. Por eso procedimos, de entrada, a establecer los apartados de un posible código ético: hablar de su relación con la ciudadanía, con los partidos, con la administración de justicia, con los medios de comunicación.
Joan Ferran. A mí me parece un esfuerzo interesante, lo que ocurre con este tipo de textos es que se mueve en el campo de las ideas, en un mundo idílico, y que la traslación al mundo real toma formas muy complejas. Códigos éticos de este tipo, por lo que sé, los tienen la mayoría de partidos. A veces han sido elaborados como reacción a problemas concretos que han sufrido. En el PSC, uno de los primeros códigos éticos lo impulsó Joan Reventós, después de un caso de corrupción que tuvimos. Lo que me da miedo de estos documentos es que se queden en una lista de recomendaciones con una vida efímera cuando se trasladen a la práctica, donde siempre aparecen justificaciones para casi todo. Mientras Victòria Camps citaba los apartados he pensado que había uno que me interesaba especialmente: el de los medios de comunicación. Se acaba de votar en el Parlamento catalán la composición de un Consejo del Audiovisual (CAC) partiendo de unas leyes quizás un poco buenistas sobre lo que tenía que ser los medios.
P. Usted habla de medios públicos.
Joan Ferran. Públicos, pero también privados, porque el CAC se ha pronunciado alguna vez sobre ellos. Recuerdo el caso de la COPE y también sobre otras emisoras privadas a las que recomendó suprimir anuncios que incitaban a la violencia o vejatorios respecto a las mujeres. Estos códigos están bien como toque de atención a cómo deberían ser las cosas, pero después la realidad va por otro lado. Estoy hablando de medios de comunicación, pero el código cita la justicia. Mientras venía hacia aquí he leído un twitter que decía: “qué rapidez la de la justicia, tres años después vuelve a entrar en casa de Millet”. ¿Se ha hecho lo debido en este ámbito? ¿Confía le gente en la justicia? ¿Vive la justicia en un mundo ideal? Todo el mundo puede ver que se encarcela con premura a una persona por un delito de poca monta y que no ocurre lo mismo en otros casos con evidente alarma social. Y además se dilatan los casos en el tiempo hasta que se extinguen.
Victòria Camps. Precisamente por eso son necesarios los códigos. Nunca se habían hecho tantos códigos éticos como ahora. ¿Por qué? Creo que es porque hemos avanzado en conciencia democrática y somos conscientes de que hay determinadas obligaciones para todos. Este código surgió como una respuesta a la corrupción política. Tenemos la crisis económica, pero hay también un cáncer de la democracia que es la corrupción política. La corrupción es inmoral, pero también es ilegal. Casi todo lo que hacen los corruptos está prohibido y es delito. Bueno, no todo. Quizás lo que ha hecho Carlos Divar, expresidente del Consejo General del Poder Judicial, no es delito, aunque no está bien. Pero ¿qué pasa con los códigos éticos?: que no tienen fuerza coactiva. Sirven sólo como un esfuerzo de reflexión. Ponen sobre la mesa ideas de sentido común, a veces ya consideradas en la legislación, y recuerdan que el comportamiento individual también cuenta, que no basta con una buena legislación y que hay que tener la voluntad de cumplir la ley. Tú hablabas del CAC, a mí me parece escandaloso que haya una legislación que dice que se nombrará a determinadas personas seleccionadas por su prestigio e independencia y que no se cumpla. Hoy, todos los consejeros del CAC son ex cargos a los que se compensa por algo. Es decir, no se cumple el espíritu de lo que dice la ley. Esas cosas deben recordarlas las códigos: que hay obligaciones que cumplir y que para ello hace falta la voluntad de hacerlo.
Joan Ferran. Sí, sí, pero es que hay un espíritu regresivo.
P. De todas formas, ¿por qué condenar esas conductas si la ciudadanía la aprueba? Porque hay corruptos incluidos en listas electorales y salen elegidos.
Victòria y Joan Ferran: Sí.
P. Entonces, quizás el código tendría que ser para el conjunto de la ciudadanía, porque sólo un código para políticos no parece servir.
Victòria Camps. Bueno, no sirven los códigos, ni los derechos humanos ni una importante cantidad de normativas.
Joan Ferran. Yo veo una vertiente positiva a lo que plantea Victòria. Creo que está muy bien decir y repetir tantas veces como haga falta que es lo que está mal y lo que está bien. Ésta es la parte positiva. Luego está lo negativo: que se pueda decir que las cosas están tan podridas que no importa que se hagan códigos porque no se consigue nada.
Victòria Camps. Es que un código no es garantía de nada, pero esa idea de recordar aparece en el preámbulo de los derechos humanos, de la Carta de las Naciones Unidas. Es como dejar sentado que se dicen cosas que todo el mundo sabe, pero que hay que recordarlas porque no se están cumpliendo. Se trata de una función pedagógica.
  P. Esa pedagogía, ¿no sería más efectiva si en vez de hablar sobre el séptimo cielo se bajara a las cosas de la tierra? Hay casos que parecen claros, Millet, Gürtel. Lo contrario es dar la impresión que sugería Joan Ferran, que todos los políticos son corruptos.
Joan Ferran. En estos casos conviene elevarse sobre las anécdotas.
Victòria Camps. Sí, porque tiene que servir para todos.
P. Y ¿sirve?
Victòria Camps. Sí. Por ejemplo, los medios de comunicación podrían decir que tal comportamiento vulnera tal código. Esto va creando un cierto clima.
P. Ustedes hablaban del CAC, pero el PP ha cambiado la legislación sobre TVE para poder nombrar responsables a su antojo. ¿Qué hay que hacer en estos casos?
Victòria Camps. Denunciarlo. Aunque sirve de poquito.
Joan Ferran. Eso sin contar con que los medios tienden a compensarse y que hay formas de dar las noticias sin resaltarlas. A veces, la huelga de un diario no es recogida como noticia por otros. O no se recoge una noticia porque la ha levantado otro medio.
P. Pero ¿es lo mismo que medio sea privado o público? ¿rige para ambos el mismo código?
Joan Ferran. Hay privados que actúan en la esfera pública como si fueran un partido político, pero sin ningún tipo de legitimación, dictando desde el editorial la política que esperan que haga el gobierno de turno. Este mismo diario ha dado palos memorables a algunos gobiernos. Esta incursión de los medios en la política, más allá de la información y con tomas de posición claras ¿tiene límites?
P. ¿No es un derecho de cualquier ciudadano, incluido el propietario de un medio, el de proponer actuaciones políticas a los gobiernos?
Victòria Camps. Si, pero si es muy previsible resulta dudoso. Hay una idea que aparece en el código: la de un bien común que habría que ir construyendo. O, como mínimo, habría que rechazar todo aquello que no favorece el bien común. Y esto es una obligación de todos y, en primer lugar de quienes gobiernan. Y los otros poderes, como los medios de comunicación, también se deben a ese bien común. Son un servicio público, aunque sean propiedad privada. La información, igual que en los medios públicos, tiene que ser objetivada y contrastada en la medida de lo posible.
P. Quizás el problema se esa noción de bien común. ¿La comparten un parado honrado y un defraudador de impuestos?
Victòria Camps. Si a la palabra bien le añadimos común, yo creo que la comparten. En un Estado de derecho, gobernado por leyes que tienen como horizonte los derechos fundamentales, el bien común es el del parado, no el del corrupto. Y la sociedad, si es una democracia, debe procurar que el parado deje de serlo. Para mí eso forma parte del bien común. La comparten en teoría porque defraudar impuestos es ilegal y el defraudador está obligado por las mismas leyes que el parado. Lo que nos permite la idea de bien común es decir que la conducta del defraudador no sirve al bien común sino todo lo contrario.
Joan Ferran. Estoy totalmente de acuerdo con ella.
Victòria Camps. Si tenemos unos valores, tenemos que creer en ellos y creer en ellos de verdad significa actuar en consecuencia.
P. ¿Los tenemos?
Victòria Camps. Los tenemos. Hay está la Constitución que habla de valores: la justicia, la libertad, el pluralismo político. Son valores fundamentales presentes en la Constitución y en la legislación. Lo que parece es que no nos los creamos del todo.
  Joan Ferran. Son valores enunciados hasta la saciedad. Lo que ocurre es que, en el día a día, puedes encontrarte con lagunas enormes, con que no se cumplen. La Constitución habla de una vivienda digna para todos, pero hoy hay hipotecas que vence, la gente es desahuciada y acuden las fuerzas de seguridad del Estado para echarla. Hay una contradicción entre el discurso y la praxis. Y como en esto, en tantas otras cosas. Todos somos iguales ante la ley, pues no es cierto.
Victòria Camps. Desde un punto de vista conceptual, los valores que aparecen en el código son irrefutables. La justicia, la profesionalidad, el respeto, la responsabilidad, la transparencia. Ahora bien, encontramos multitud de casos, en el mundo político y en otros ámbitos, donde ni se es transparente ni hay voluntad de servicios ni respeto hacia las personas.
Joan Ferran. Y de ahí muchos de los síntomas del malestar social. El 15-M no da un salto cualitativo hacia adelante, se limita a decir; “Mire, todo esto que creíamos que estaba garantizado, que debía estarlo, no lo está”. Y añaden que no pueden creer en nada si lo que figura en letras que se dicen sagradas no se cumple. Tenemos un agujero: los textos fundamentales hacen agua y por eso la gente deja de creer, en el mejor sentido de la palabra creer. Y a esto hay que añadirle la debilidad en la dinámica de los partidos políticos, que no tienen nada que ver con lo que eran durante la transición, una individualización de la vida privada y la aparición de alguna que otra mística redentora que se presenta como el antídoto para todo, el resultado es una sociedad contradictoria como la nuestra. Y fastidiada. Y entonces se levanta una bandera que puede ser un mito, religioso, independentista, lo que sea.
P. Volviendo al código, ¿lo que busca es la ejemplaridad del político?
Victòria Camps. Sí. ¿Por qué? Porque el político está más expuesto a la visión de los demás. De todas formas, ejemplar debería serlo todo el mundo, porque la única mejor forma de transmitir la ética es la ejemplaridad.
  Joan Ferran. Y se juega con el mito de que los políticos tienen que ser los mejores. El gobierno de los mejores. P. La expresión “gobierno de los mejores” es de un partido, no de todos. No todos los partidos defienden que ellos son los mejores. Victòria Camps. Como lema, quizás no.
  P. Es que no es lo mismo decir que el partido tiene las mejores personas que decir que tiene las mejores propuestas.
Victòria Camps. Yo creo que las dos cosas deberían ir juntas. No se puede decir que las propuestas son buenas y que da lo mismo cómo sean las personas que deban llevarlas a la práctica. Por eso la idea de ejemplaridad es importante, porque no se trata solo de los contenidos de las propuestas políticas. También cuenta la forma de hacerlo. Y ahí es donde se da la ejemplaridad. Se habla de escuchar la ciudadano, de no defender posturas partidistas, de respeto a los demás. Y eso no es sólo contenido. Son actitudes.
Joan Ferran. Y además de la actitud hay aspectos programáticos. No se puede decir he prometido todo esto pero ahora sé cosas que antes no sabía. Prometer algo en el programa y luego desdecirse generan una situación de desencanto inmensa.
Victòria Camps. Por eso el código habla de rendir cuentas.
Joan Ferran. Hay una frontera entre la promesa hecha de buena fe, convencido de que podrás cumplirla, y la que no puedes cumplir porque no conocías todas las circunstancias que la acompañaban. Pero hemos llegado a un punto en el que la promesa de buena fe y la que no están en el mismo saco para la opinión pública.
Victòria Camps. No engañar, no mentir, no utilizar eufemismos. El código no lo dice así, pero contiene la idea. Es cierto que hay rezones para no decir siempre toda la verdad, pero eso no puede llegar al extremo de no poder creer nunca nada porque lo que te dicen hoy, pasado mañana lo desmienten.
P. Y eso ¿como se arregla?
Victòria Camps. Asumiendo estas obligaciones.
Joan Ferran. Es una larga lucha de la humanidad.
Victòria Camps. Pero creo que el problema de la ética es éste. La ética no es una ley, donde al final hay un juez que decide. La ética es una cuestión de voluntad personal.
  P. Eso ocurre es las éticas autónomas. Victòria Camps. La ética es autónoma siempre. P. Hay éticas heterónomas.
Victòria Camps. Pero desde la modernidad no cuentan. P. entre los redactores del código hay partidarios de la moral heterónoma, donde quien decide lo que está bien o mal no es el ciudadano sino un Dios.
Victòria Camps. Pero esas posturas no se han reflejado en el contenido del código. La ética asumida es la que deriva de unos valores explícitos en los derechos humanos. Y creo que la ética tiene que aspirar a ser universal. Hay valores no cuestionables. Una sociedad que no quiera ser justa no es ética. Esté donde esté. De lo contrario, no podríamos criticar el incumplimiento de los derechos humanos en otros países. Los valores morales son universales.
P. Los valores universales, ¿incluyen la igualdad económica?
Victòria Camps. ¿Qué significa igualdad económica? Yo hablaría de equidad. De la necesidad de una redistribución de los bienes para que los básicos no falten a nadie. De todas formas no todo el mundo acepta esta propuesta. Hay quien sostiene que la libertad es más importante y la equidad es cosa de beneficencia. Yo creo que eso no es ético. Pero contra más concretemos, mayores serán las discrepancias.
Joan Ferran. Un código de este tipo tiene el valor de elevarse por encima de muchas cosas. En cualquier caso, el denunciante de las infracciones debería ser el político, el periodista, la persona que no participa en la creación del discurso. El discurso, necesariamente, debe ser un poco difuminado. De lo contrario resulta inaplicable. Ha pasado ahora al preguntar por la redistribución de la riqueza, pero puede pasar en muchos otros campos. Volvamos a los medios de comunicación. Sí, algunos son privados pero ¿son un servicio público? ¿Tienen los ciudadanos derecho a recibir una información veraz y plural?
  P. El código afirma que el político debe hacer llegar sus propuestas a través de los medios, pero eso supone obligar a los medios a acoger discursos que quizás no consideran interesantes.
Victòria Camps. El código habla de la obligación del político. Y éstos muchas veces se quejan de que sus propuestas son deformadas por los medios. Dicen algo y se reproduce la anotadora que pretende dar un mensaje y lo único que se reproduce es lo anecdótico quizá porque tiene más morbo y se pasa por alto lo fundamental. En este caso, la culpa es del medio de comunicación.
  Joan Ferran. Cuando el medio se acoge al hecho morboso es como si hiciera telebasura. Se venden más diarios con portadas obscenas y morbosas que con una seria y trabajada. A veces el político se topa con el problema de que tiene un discurso elaborado, quizás denso y todo eso tiene que luchar contra el exabrupto de una réplica de otro político. Esto debilita la política y debilita la opinión pública sobre los políticos. Y debilita los valores, porque todo se convierte en una pugna de tiquismiquis y las cuestiones de fondo, los contenidos quedan para revistas especializadas. El resultado de todo esto es que provoca que los políticos se entreguen a la estridencia porque si no no sale en los medios de comunicación.
  P. Debe promover el discurso especialmente entre la juventud. ¿Por qué?
Victòria Camps. Recuerdo que en la primera conversación que tuvimos con Jordi Pujol, él insistió mucho en esto. Nos dijo que aunque el código sólo sirviera pedagógicamente para los juventudes de los partidos políticos que, dijo él, “son un desastre”, ya sería suficiente.
P. ¿Y los mayores? Porque la corrupción se da más entre los mayores que entre los jóvenes.
Victòria Camps. Los mayores, en Cataluña y en España, venimos de una tradición diferente. La política se la han encontrado. Los más jóvenes se han encontrado una democracia que ya funcionaba. No se han formado fuera de la política. Ahí está el caso de Zapatero, que fue diputado toda la vida hasta que llegó a presidente del Gobierno. Y esto produce una falta de formación. En todos los sentidos, no hablo de formación técnica sobre la política. También formación personal, saber qué es trabajar en algo que no es un partido político o un cargo político. Y eso es un déficit.
Joan Ferran. Estoy totalmente de acuerdo y añadiría una cosa, sin ánimo de ser elitista. Los políticos que vivimos la transición y veníamos de la clandestinidad, teníamos interiorizado el peligro de tener que dejar nuestra profesión en cualquier momento. Incluyendo el peligro de la cárcel. Es decir, la política era un acto de servicio que suponía un sacrificio y podía comportar un castigo. Hay que añadir una preparación que hoy no se da. Pensemos en Felipe González, en Jordi Pujol, incluso en Manuel Fraga. Estar en política no era una profesión. En la medida en que se consolida la democracia y algunos pueden considerar la política como una profesión más, esto es un desastre. Porque, así las cosas, ¿dónde quedan los ideales y donde empieza la competencia con el compañero del propio partido? ¿Qué te impulsa a algo que se supone que es un servicio público? No digo que ya no haya ideales, pero tienen un peso distinto que en quienes se dedicaban a la política a pesar del peligro que suponía y lo hacían porque era su vocación vital era luchar por la libertad y la democracia. Hoy esto ha perdido parte de su sentido. La libertad se da por conseguida, lo mismo que la democracia, de modo que su defensa ya no conlleva una vibración emocional. El resultado es la aparición en las juventudes de gente como decía Pujol “fría, calculadora y mecánica” que ven la organización del mismo modo que los directivos ven una multinacional.
Victòria Camps. De todos modos, es difícil ver como se puede corregir esto y conseguir que la política no acabe siendo una profesión. Quizás necesitan...
Joan Ferran. Un paso por la vida civil.
Victòria Camps. Exacto.
P. ¿Una limitación de mandatos?
Victòria Camps. Tal vez.
Joan Ferran. Si, pero el joven que llega a la política sin haber pasado por un taller o una oficina donde hay un jefe de talante autoritario que te manda callar, que ha crecido sin ver el sufrimiento de los compañeros, sin ver la discriminación a las compañeras en el trabajo, no está en la misma situación que quien lo ha vivido. No es lo mismo salir de la facultad y entrar en la Administración con un buen sueldo que lo otro. Lo segundo no imprime carácter.
Victòria Camps. Hay otro problema: el partidismo. Creo que es mejorable, en el sentido de corregible.
P. Por partidismo ¿qué se entiende?
Joan Ferran y Victòria Camps: Los intereses de partido.
Victòria Camps. Y el interés electoralista. Pensar que todo vale para seguir en el poder. Con esto se pierde de vista el bien común.
  P. Podrían poner un ejemplo positivo y otro negativo de políticos que se ajusten a códigos éticos.
Victòria Camps. Eso no se nos puede pedir. Pero hay políticos que cumplen el código y otros que se los saltan.
Joan Ferran. A mi no me importa citar a Duran Lleida.
P. ¿En positivo?
Joan Ferran. No, no, en negativo. Pertenece a un partido con referencias al humanismo cristiano y una práctica política que no tiene nada que ver con esto. No digo que sus actos no sena legítimos, lo que digo es que no tienen nada que ver con el discurso fundacional de su partido. Su discurso sobre la inmigración, sobre los jordis y los mohameds es poco cristiano.
  Victoria Camps (Barcelona, 1941) ha sido catedrática de Ética en la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro del Comité de Bioética de España. Su último libro es El gobierno de las emociones (Herder)
Joan Ferran (Barcelona, 1951) es licenciado en Filosofía y Letras y diplomado en Historia Contemporánea. Ha sido diputado autonómico por el PSC en diversas legislaturas, incluida la actual. Su último libro se titula Destapando a Duran Lleida. El fin de una apariencia (Ediciones la lluvia).
Publicado en ElPais. F.Arroyo