El blog d'en Joan Ferran

2.1.10

ENTRE CARLA BRUNI Y GARZÓN... EL DESIERTO



Junto al Dra. Allí, donde un cartel multicolor anuncia el inicio de la ruta camellera que conduce a Tomboctú, se halla la ciudad de Zagora. Se extiende bajo un picacho con ruinas de una fortaleza almorávide del siglo XI. Si, allí, en pleno palmeral, se encuentra un pequeño albergue estilo marroquí que lleva por nombre: “Riad Lamane” . Selecto, escasos clientes – veinte a lo sumo- se reparten el espacio de unos jardines llenos de pájaros por doquier,ranas y flores . En la “jaima” se toma el te, se come cuscús... Al caer la tarde aprieta el frío y la cena se sirve en una pequeña estancia con chimenea en la que arden troncos de acacia y olivo. Los huéspedes conversan en voz baja y las luces son tenues.
Súbitamente el silencio salta en pedazos. Irrumpe, en el tranquilo comedor, una decena de personas que ocupan las escasas mesas libres del fondo. Vocean y comentan las características del reducido menú de la carta. Encuentran a faltar variedad de platos y exponen, en voz alta, sus deseos gastronómicos. Piden “omelettes” reiteradamente. Él –el inconfundible juez Garzón- reclama la tortilla española a base de patatas y de fama universal….
Me inquieto. A escasos kilómetros de la frontera argelina he coincidido con Baltasar y no precisamente el de la Epifania. Le observo. Se halla junto a la lumbre mirando hacia la puerta de entrada. Sospecho que un marroquí trajeado, que ronda por allí, vela por su seguridad. Tres músicos ataviados para la ocasión cantan canciones folkloricas con profuso acompañamiento de percusión. El sujeto mediático no duda en dar palmas al aire creyéndose irreconocible en un ambiente de usuarios mayoritariamente de nacionalidad francesa. Pues bien... ahí estaba, relajado, con un grupo de amigos que le llaman por su nombre de pila. Ajeno a la repercusión de sus pesquisas, sin cámaras ni nadie que le reproche afán de protagonismo. La presencia de Baltasar Garzón desasosiega, representa la cotidianidad hispana que me persigue hasta los lindes del desierto.
Regreso a Marrakech y allí, afortunadamente, aun esta Juan Goytisolo en el Café de France y Carla Bruni con su esposo como invitados del rey Mohamed VI.
Y es que, amigos mios, puestos a escoger aditivos “famosos” a una estancia en Marruecos la elección es clara: mil veces Carla. Lo otro es viento del desierto que viene y va llevando arena en los ojos.