El blog d'en Joan Ferran

16.6.07

Alcaldes, toca gobernar

Tras la constitución de los Ayuntamientos se impone una lectura y valoración serena de los resultados. Conviene que cada formación política pondere sus aciertos y sus errores, conviene pasar página y trabajar desde los municipios en pro de la ciudadanía.

Ayer terminó una semana de tormento e indigestión para algunos negociadores. Los nuevos consistorios municipales, resultantes de las elecciones del pasado 27 de mayo, ya están aquí. Concluye así una fase complicada de equilibrios, contactos, pactos y contrapartidas de todo tipo. Nada que objetar al respecto. Nuestro sistema político funciona así, con sus ventajas e imperfecciones, con sorpresas, ilusiones y también con sus respectivas dosis de desencanto. Los municipios comienzan una andadura política que no está exenta de nuevos retos sociales. Las ciudades no son ya igual que hace veinte años y la necesidad de gestionar la complejidad de las mismas deviene una prueba de primera magnitud para los nuevos alcaldes. Pero, más allá de este trámite lógico y obligado, emerge nuevamente la sombra de otro proceso electoral: el de las elecciones generales. A nadie se le escapa la importancia y las consecuencias colaterales que puedan tener sus posibles resultados. La correlación de fuerzas que surja de esa contienda va a influir decididamente tanto en lo que respecta a los gobiernos autonómicos como en la dinámica interna de los partidos. Eso, en Catalunya, es importante. Pues bien, a la vista de las declaraciones de muchos dirigentes políticos, y de algún analista y tertuliano, parece como si estuviéramos condenados irremisiblemente a la gestión del “día después”, de lo inmediato sin poder cercenar –para su estudio y análisis- el pasado más próximo.

Así las cosas, hemos podido comprobar cómo la gestión de los primeros impactos comunicacionales ha preocupado más a los dirigentes –por ejemplo de CiU- que el análisis de la triste realidad de sus resultados electorales cuantificados en votos, electores, concejales, o alcaldías. Los nacionalistas conservadores que capitanean Artur Mas y Duran Lleida han perdido 204 mayorías absolutas respecto a las que obtuvieron en el año 1995 y han dejado de ser el partido más votado en 180 municipalidades. Los rostros risueños en las sedes de CiU durante la noche del escrutinio han dado paso a un pánico escénico del que solo se salva esa nueva esperanza blanca convergente que se llama Lluís Recoder. Xavier Trias ha fracasado con la manzanita y el cambio. La ciudad de Tarragona sigue siendo monumental pero socialista y, en tierras de Lleida y Girona, las diputaciones provinciales prometen pintar sus ventanas de otro color. Ante este panorama ¿Quién pierde comba? Reconozcámoslo, por mucho voluntarismo que les pongan algunos, los altos índices de abstención, curiosamente concentrados en las zonas más densas de nuestro territorio, no han permitido a ninguna fuerza política alardear de un triunfo electoral holgado y satisfactorio. Los “mea culpa”, las flagelaciones y las automutilaciones y castigos, que algunos se han aplicado a sí mismos y a sus partidos, no sirven de nada. El fenómeno de la abstención y el pasotismo de muchos ciudadanos bebe de tantas fuentes distintas que resulta ciertamente difícil adivinar sus orígenes y razones. Este fenómeno, sin lugar a dudas preocupante, debe ser combatido mediante la recuperación de las buenas artes de la política y mucha pedagogía constructiva al respecto. Cierto, pero todos somos conscientes de que cuando algo “importante” o trascendental se decide en una votación muy pocos son los que optan por permanecer al margen. En sólo diez meses los ciudadanos de Catalunya han sido llamados a las urnas en tres ocasiones. La fatiga puede haber hecho mella en ellos, no sólo por la vanalidad de muchas controversias políticas sino también por una cierta sensación de vacío argumental fruto de mensajes poco claros y posiciones cambiantes en exceso. Felicitemos, pues, a los ciudadanos que cumplen con su deber cívico al tiempo que laboramos por reinteresar a los distantes. Volvamos, no obstante, al análisis postconstitutivo de los ayuntamientos. El mapa municipalista catalán nos dibuja una nueva realidad donde predominan los pactos entre las izquierdas y los socialistas pasan de sus 82 mayorías absolutas en el 1995 a 166 en la actualidad. El PP queda confinado en los márgenes y CiU cae en un abismo de dudoso retorno.

Los datos objetivos se imponen más allá de los iniciales golpes de efecto de la noche electoral. Cada formación política deberá sacar a partir de ahora sacar sus propias conclusiones, corregir errores y disponerse a trabajar en pro de sus conciudadanos. Sería lamentable que una nueva campaña electoral obstruyera la tarea y el buen hacer de nuestros ediles. La consigna del día es: alcalde, a trabajar.
Article publicat al diari El Mundo