El blog d'en Joan Ferran

28.12.06

CiU: los inadaptados


La nueva realidad política catalana aún no ha sido digerida y aceptada por CiU. esta circunstancia afecta y altera la actividad opositora de los convergentes y su capacidad de interlocución respecto a los grandes temas de país.

Ganar o perder las elecciones no es sólo una cuestión numérica.No consiste en atesorar más votos que otros o más escaños que el adversario más cercano. No. Vencer en política implica ser capaz de generar dinámicas de agregación sobre un eje común -por ejemplo, en el caso catalán, sobre un programa de gobierno- y acordar con los socios un reparto de funciones y un liderazgo.Esto ha sucedido en Cataluña y se ha concretado aupando a la presidencia de la Generalitat, con toda legitimidad, a José Montilla.Obviamente lo acontecido implica la ubicación por una temporadita en los bancos de la oposición de los no partícipes de los acuerdos.Pero esta obviedad no está exenta de enjundia puesto que, una mala adaptación al rol de cada cual, puede repercutir negativamente en la vida política del país.

El Partido Popular de Cataluña, y su líder Josep Piqué, más allá de sus conocidas divergencias con los hombres fuertes de su partido en Madrid, ha sabido encontrar su espacio opositor con dignidad política y con un discurso propio, claro y no excesivamente escorado hacia el tremendismo zaplanista. Nada que objetar al respecto. Cada formación, ¡faltaría más!, puede administrar sus palabras a su antojo pero hay que agradecer a los populares que hayan marcado criterios sin titubear desde el principio.Sin embargo no ha sido así, ni ocurre de igual modo con el grupo convergente. Esta formación, aún no repuesta de su frustración por no conquistar el Gobierno, vive inmersa en una melancólica depresión que la convierte en fácil presa de los humores cíclicos de sus portavoces y dirigentes. A lo largo de estos días hemos podido comprobar las manifiestas contradicciones entre Artur Mas y Duran Lleida, o las diferencias de agresividad y tono entre Felip Puig de CDC o Josep Pelegrí de Unió. Confusión, estridencia, descoordinación y agresividad han cohabitado con las sentidas palabras del señor Mas pidiendo consenso. Tanta contradicción, tanta desorientación y criterios no coincidentes demuestran la incomodidad e inadaptación de Convergència a la nueva realidad política catalana.

Las causas del estado anímico del grupo parlamentario más numeroso de la Cámara no hay que buscarlas tan solo en los acuerdos que han hecho posible el nuevo Gobierno catalán. A estas alturas de la película la inquietud en las filas de la oposición más seria y centrada -hoy las del PP- no es ya la nostalgia o el mono de poder, sino la velocidad de crucero y el rigor con que José Montilla pilota el nuevo Ejecutivo catalán. Seamos claros: en mes y medio se ha constituido la Cámara catalana, se ha investido president, se ha constituido gobierno en sede parlamentaria.Y, por si esto fuera poco, el Gobierno impulsa un paquete de leyes con un marcado contenido social al tiempo que anuncia un considerable paquete de inversiones, etc. Llegados a este punto la situación deviene paradójica. A la dinámica actividad de la acción del Gobierno no se contrapone un claro ejercicio opositor de seguimiento. No, se contrapone una errática y tremendista contestación confeccionada en base a frases agresivas y exentas de propuestas alternativas. Cuando el portavoz de CiU, Felip Puig, dice que el nuevo Gobierno es una «merienda de negritos» o cuando plantea que la política del Ejecutivo está prisionera de un izquierdismo irresponsable u otras lindezas más, asistimos a un estilo de hacer oposición muy alejado del modelo que siempre había reclamado CiU a los otros cuando estaba en el poder.

De seguir así las cosas, si CiU no se adapta a la nueva realidad, sus propuestas políticas caerán en saco roto y eso no sería bueno para el país. El Gobierno gobierna y gobernará bajo su propio criterio. Así ha de ser pero, el período que ahora se inicia contiene cuestiones y temas que precisan niveles altos de consenso.El desarrollo de los contenidos del nuevo Estatut se han de abordar en base a actitudes positivas y no sobre la inestabilidad que provoca una oposición inadaptada. En estas líneas no se plantea ni se pretende que CiU haga dejación de su tarea de control y crítica parlamentaria. No, esa pretensión rozaría la ingenuidad y la estupidez. Lo que aquí se reclama y se exige a CiU es una predisposición constructiva alrededor de los grandes temas de país que tenemos pendientes. Tal predisposición precisa, por ejemplo, aparcar el verbalismo descalificador y acercarse a los canales y acuerdos que facilitan la actividad parlamentaria.

Las elecciones municipales están a la vuelta de la esquina. Son vitales para un cosmos convergente que ha vivido durante más de 20 años bajo el cobijo del poder. Si en ellas se confirmara el lento pero inexorable declive de sus resultados electorales lo más seguro es que pintaran bastos. Podemos llegar a comprender que la actual beligerancia de la formación obedece a una voluntad de mantener la tensión hasta el próximo 27 de mayo pero, ni aun bajo esa circunstancia, determinadas actitudes propias de inadaptados son justificables.
Artículo que me han publicado en el diario El Mundo